La fuerza de una montaña es tan enorme y a la vez tan sutil, que sin obligar, la gente se ve atraída hacia ella, como impulsada por la fuerza de algún invisible magnetismo y soporta numerosas penurias y privaciones en su inexplicable deseo de acercarse a adorar el centro de esta energía sagrada. En lugar de conquistarla, el hombre de pensamiento espiritual, prefiere dejarse conquistar por la montaña.
Para comprender la grandeza de la montaña, hay que saber guardar distancias, para comprender su forma hay que moverse a su alrededor, para experimentar sus estados de ánimo hay que contemplarla al amanecer y al ocaso, al mediodía y a medianoche, bajo el sol y bajo la lluvia, bajo la nieve y en tormenta, en verano y en invierno. Quien puede contemplar así la montaña, puede acercarse a la vida de la montaña.
Atraen las montañas y recogen energías invisibles de su entorno, las fuerzas del aire, del agua, de la electricidad y el magnetismo, generan vientos nubes, vientos, tormentas, lluvias, cascadas y ríos. Colman su entorno de vida activa y brindan cobijo y alimento a innumerables seres.
Tal es la grandeza de las poderosas montañas. "
Lama Govinda
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